Miles de heavys ´revientan´ los audímetros de La Misericordia
Más de 9.000 personas disfrutaron anoche con los conciertos de Testament, Megadeth y Judas Priest.
Cinco harleys duermen junto a la plaza de toros. Parece que, en cualquier momento, van a encenderse sus luces y sus motores empezar a rugir. Pero hoy los rugidos no son de ellas. A cincuenta metros de ellas, La Misericordia expulsa decibelios muy por encima de los que podrá conseguir nunca José Tomás con su toreo en el coso. Más de nueve mil camisetas negras (o lo que es lo mismo, personas, ayer perfectamente uniformadas) convirtieron anoche la plaza de toros de la capital aragonesa en un auténtico vendaval de música y cerveza al ritmo que marcaron Testament, Megadeth y Judas Priest.
Sobre el escenario, los músicos, sus instrumentos y toda su escenografía (tan cuidada en el heavy), incluyendo la harley de Judas Priest. Testament, Megadeth y los más esperados de la noche ("los Judas (con jota)" subieron el nivel de decibelios de la noche hasta un límite insospechado. Pero el espectáculo lo compartieron casi a partes iguales con lo que sucedía en la arena, en el tendido y en la grada.
Miles de personas perfectamente compenetradas levantaban el brazo y sacudían la cabeza al ritmo que marcaban los sonidos graves de las guitarras de sus ídolos. "Tenía unas ganas locas de ver en directo a Megadeth y a los Judas y cuando me enteré que tocaban juntos, me pillé la entradas", aseguraba Marife, una heavy recién llegada de Soria que, acompañada de su marido, guardaba fila en torno a una de las "escasas barras" que había abiertas. Los más civilizados aguantaron estoicamente colas de más de media hora. Filas eternas que también se multiplicaron en el baño a pesar de que algunos menos civilizados no tenían pudor en orinar unos metros más allá en las paredes de los pasillos de la plaza.
En la arena no se podía casi ni respirar pero los que allí aguantaban no parecían tener problema: "Esto es la caña. No había estado en un concierto igual. Buen rollo, cerveza y la mejor música del momento", decía exaltado Juanmi quien estaba "encantado" con que Zaragoza haya adquirido la etiqueta de ciudad del heavy, por lo menos en el circuito nacional. A pocos metros de ellos, unos cuantos intentaban reclamar la atención del camarero de la barra hasta que otro les dio la solución. "Llamar a los chicos de las mochilas, que ponen litros y no hay que hacer cola". Dicho y hecho. Cinco minutos después su cabeza se movía al ritmo de las guitarras de Megadeth y sus gargantas resurgían una vez superada la sed.
En la grada, el concierto se vivía de una manera más tranquila aunque tampoco faltaban los fanáticos. "Llevo escuchando a los Judas Priest más de veinte años", decía orgulloso José, que chupa de cuero en mano, pantalones rojos ajustados y camiseta de los primeros discos de Judas Priest se negaba sonriendo a decir su edad. Y es que el heavy es un sentimiento que se lleva dentro. Solo así se puede entender que hubiera desde jóvenes de 16 años (o incluso menos) hasta adultos que no cumplirían ya los 50 años. Y todos ellos hablaban de la próxima cita del heavy en Zaragoza: el Metalway Festival en junio. "Ese no me lo pierdo", decía José mientras, cerveza en mano, animaba a sus compañeros a cantar la canción que estaba sonando.
Los grupos fueron cumpliendo el horario escrupulosamente y, por si acaso, en una esquina del mismo había un reloj que marcaba, cuenta atrás, los minutos que quedaban para que concluyera cada actuación. Seguro que a muchos les supo a poco, a tenor de lo que esperaban. "Por mí que los Judas Priest se peguen tocando toda la noche". Más cerca de las doce que de la una de la madrugada, el Priest Feast oía su última canción
La noticia es del Periodico de Aragon.