Yo se la chupo a Angus Young
Se la chupo. Después de lo visto esta noche en Madrid, de semejante exhibición descomunal, de tan salvaje emoción, después de esa manera de electrocutar a 55.000 tíos en grupo, oye, hago una excepción y se la chupo sin problemas a Angus Young.
Que no, hombre, qué se la voy a chupar, era coña. Que paso de chupar penes, caramba. Pero tenía delante a una morenaca que se lo hacía fijo. Lo sé por sus movimientos pélvicos. Bueno, de hecho creo que el viejo Angus se la tiró en pleno concierto, el muy cochino. A 30 metros y sin tocarla. A ésa y a otras 20.000
Porque no nos engañemos: eso, en esencia, es el rock. Follar a través de una guitarra.
Fue, en verdad, la apoteosis. Beck dijo una vez que es imposible resistirse a las hamburguesas rock de AC/DC, y lo de anoche en el Vicente Calderón fue pantagruélico. Pero, por encima de la engrasadísima banda, del sonido perfecto, de tan chocarrera como entrañable imaginería -los cañones de Famobil, la campana como del 'Un, dos, tres'-, del redondo concepto de show, por encima de todo eso, un gigante con cara loco y fuego en las manos: Angus Young.
Debo confesar que me dio miedo. Cuando el tipo empezó a hacer esos solos estratosféricos, corriendo a la vez de un lado a otro como un energúmeno, poniendo esa cara de enajenado, esa jeta entre ET y Eduardo Punset, pensé: a este tío le va a dar algo. ¡Joder, que tiene 54 años!
Luego llega la siguiente canción, y el tío lo vuelve a hacer. Y otra. Y otra. ¡Y otra! Y no se trata (sólo) de atletismo y circo (que también: es un auténtico malabarista, le falta hacer el pino puente). Es que cada solo es más emocionante, más brutal, más terroso que el anterior. Más boogie, más sucio, más lascivo.
Y llega, antes de los bises, 'Let there be rock'. Y sucede algo que hay que ver para comprender. La banda alarga los acordes y Angus empieza a caminar por la pasarela. Él solo para 55.000 almas. Va como corriendo, pero a la vez le saca a la guitarra unos chillidos impresionantes, mágicos.
Llega al final de la pasarela. Sigue taladrando. Una plataforma, en el centro del gentío, le eleva unos metros sobre la multitud, que aúlla y aúlla. La banda sigue tocando, pero los 110.000 ojos están en Angus. Y Angus se contorsiona, se retuerce, está poseído, y de sus dedos sale un alocado e imparable torrente de energía. Como un ataque de epilepsia medio controlada.
De golpe y porrazo se tira al suelo de espaldas. Se da una costalada del carajo, pero no parece notarlo. Como un demente, mientras tiembla, empieza a dar vueltas sobre sí mismo, como las agujas de un reloj. Y el solo arrecia, y el griterío es ensordecedor (y ahí se ha tirado a unas cuantas el muy golfo, estoy seguro).
Y vuelve a cruzar la pasarela, y se sube detrás del escenario, y sigue con ese solo interminable que ya no es sino un río, una tromba inconcebible, y aunque parezca increíble no suena masturbatorio, sino que centrifuga el aire, lo electrifica como si fuera a caer la última tormenta sobre la Tierra.
Luego -la banda ya ha parado, pero ni sabemos cuándo- juega un rato con la multitud. Les hace gritar al ritmo de sus demoniacos riffs. Coge a 55.000 tíos como quien sujeta una naranja, y se los mete en un bolsillo. Es aterrador. Termina. Han sido 10 minutos. Como un concierto dentro del concierto. Un número de magia, de circo, de atletismo, de sexo, de arte. No se puede creer. Hay que verlo para creerlo.
Y hasta aquí puedo leer. Tíos, no puedo con los huevos.
Y por cierto, lo de chupársela era coña, ¿eh? Qué coño lo voy a chupar yo nada al vejestorio ese...
-----------------------------------------------------------------------------
Y al octavo día, el diablo creó a AC/DC
Al terminar el concierto de AC/DC en el Calderón, una fina lluvia comenzó a caer sobre Madrid. Apuesta: eran lágrimas de Lucifer, emocionado tras contemplar la última hazaña de sus criaturas rockeras. Directo vertiginoso, excesivo, contundente. Y nos lo querían robar...
Los prolegómenos de la actuación estuvieron marcados por el caos en los accesos. Las puertas 53, 54 y 55 permanecían cerradas, con la policía a caballo desplegada para disuadir a un respetable a punto de 'liarla parda'. Tocaba sortear el recinto. Y pisar bosta equina. Hasta el tobillo. ¡Qué diantre, AC/DC bien merece un sacrificio!
Pese a todo, la gente estaba indignada: 75 euros sólo daban derecho a ser uno de los cuerpos amontonados hasta en las escaleras que separan los asientos de grada. Quizá la organización calculó mal el aforo. Porque aquello era una codiciosa tentación a la avalancha. El Calderón parecía un feudo inexpugnable. Pero sintiéndolo por los colchoneros, no eran Pernía o Heitinga quienes habían obrado el fenómeno.
Aunque para fenómenos los AC/DC. Era su segunda visita este año a Madrid para presentar 'Black Ice', su último disco. La banda australiana fusiló el guión de su apoteosis en el Palacio de los Deportes, pero las historias viejas suenan a nuevas cuando se las espera con avidez. Y Angus Young sabe generar expectación.
Con el primer riff de 'Rock'n'roll Train' extrajo veneno de su guitarra, una pócima que regó de fuego las gargantas del público. Y entonces comprendieron qué significa AC/DC en sus vidas.
Los solos de Angus, aliados con el trabajo sucio de su hermano Malcolm y la voz de Brian Johnson, tejieron en el Manzanares un inicio fulgurante: 'Back In Black', 'Dirty Deeds Done Dirt Cheap', 'Thunderstruck'...
'The Jack' marcaba el ecuador del concierto y Angus lo festejó con un striptease. Pensarán que ver a un cincuentón falto de calcio despojándose de un traje de colegial es antierótico. No entienden entonces que en aquel momento más de 55.000 personas estaban a sus pies.
Los 'aussies' correspondieron a estas declaraciones anónimas de amor con un bucle final que convirtió el Calderón en zona cero del rock. 'You Shook Me All Night Long' y 'TNT' precedieron a 'Whole Lotta Rosie', interpretada con una muñeca hinchable de 10 metros en el escenario. Y con unas mamellas que servirían de sombrilla a todo Alpedrete.
Tras 'Let There Be Rock', Angus decidió peinarle los bigotes al demonio. El estadio, un manto de destellos rojos (los cuernos fosforescentes), presenció atónito su enfurecido paso de la oca. Carreras a la orilla del público y solos arrancados de dedos poseídos. Luego nos señaló con el índice, como diciendo: "Éste es vuestro merecido".
En pleno extásis, AC/DC acometieron 'Highway To Hell'. Desde su trono en el infierno se despidieron con 'For Those About To Rock (We Salute You)'. Dos horas de electricidad y de regalo, en palabras de Carlos Abellanosa, de "unos dolores de nuca que no os podéis imaginar".
----------------------------------------------------------------------------
El mejor concierto de toda mi vida fué AC/DC en las Ventas en el 96 (DVD para la historia) y me reafirmo en que ayer 13 años después sigo diciendo que lo más grande que veré en mi vida en directo y generando histeria colectiva es esta gente, aunque me gusten 10000000 veces más los Maiden y sus conciertos sean gloriosos los AC/DC van en un nivel aparte, ojalá los vuelva a ver otra vez...
No tengo más palabras, o se está allí y se vé la que montaron o no se puede sentir lo que digo por mucho que de la charla.
El que pueda que no se los pierda, no es nada parecido a cualquier macro concierto de ninguna otra banda, esto es otro nivel más allá.....
Tengo fotos espectaculares del Calderón, a ver si me las pasa mi colega pronto y pongo alguna, y si alguien quiere ver cachitos de video en Youtube ya está lleno de ellos, y los cientos que quedan por subir.......