Dobles bombos y 'riffs' de aceroMegadeth y Slayer convocan a 4.000 personas en su concierto conjunto del Coliseum
Luis P. Ferreiro | A Coruña Por una noche, la ciudad fue la capital mundial del heavy metal. Dos de las bandas que redefinieron el género en la década de los 80, Slayer y Megadeth, convocaron a 4.000 fieles en el Coliseum, en una velada que los aficionados coruñeses a los sonidos más duros tardarán en olvidar.
La música arrancó pasadas las 21.00 horas con la actuación de los thrashers albaceteños Angelus Apatrida, pero la parroquia heavy empezó a rockear mucho antes de que los instrumentos de los manchegos atronaran sus primeros acordes.
Desde primera hora de la mañana, un grupo de metalheads adolescentes guardaba pacientemente cola en la entrada del pabellón multiusos, con el objetivo de disfrutar de la mejor posición para contemplar las evoluciones de ambos colosos del heavy.
La pandilla más numerosa estaba formada por seis chicas y chicos coruñeses que no superaban los 18 años, ataviados con camisetas de sus ídolos. "Ver a Slayer tiene que ser la hostia -aseguraba su cabecilla, un joven melenudo que, por su atuendo, parecía haber sido teletransportado del San Francisco thrash de 1987-, pero en general somos más de Megadeth".
En el resto de la cola compartían esa opinión. Un cuarteto de chavales de Vigo incluso justificaban sus preferencias, entre risas, con un argumento metafísico: "Dave Mustaine es Jesucristo. Nada más". Entre el resto de fanáticos destacaban un par de estudiantes salmantinos, y un heavy pontevedrés de 17 años que acudió al recital en solitario, al haberle fallado todos sus amigos.
El otro epicentro metálico de la mañana coruñesa fue la tienda de instrumentos Rockbox, en la plaza de Portugal, donde dos de los miembros de Megadeth, David Ellefson y Chris Broderick, atendieron a sus seguidores en un encuentro organizado por la marca de guitarras que patrocina a ambos músicos. Durante una hora, fueron más de doscientas las personas que pasaron por el establecimiento y que aprovecharon para sacarse fotos y pedir firmas al guitarrista y el bajista del grupo californiano.
La media de edad de los asistentes subió algo respecto a la cola del Coliseum, y aparte de colegiales latando, se pudo ver a cuarentones que peinaron melenas en tiempos pretéritos, e incluso a emocionados infantes acompañados de sus orgullosos progenitores.
Ambos instrumentistas derrocharon educación y sonrisas, pese al lógico cansancio de la larga gira europea en la que se hallan inmersos, y firmaron fotografías, discos, instrumentos, camisetas, cazadoras e incluso zapatillas deportivas.
Fue a partir de las 20.00 horas, con la apertura de las puertas del recinto, cuando la primera gran velada metálica de 2011 en la ciudad empezó a tomar forma. Una hora más tarde, saltaron a las tablas Angelus Apatrida, que allanaron el camino para el debut en la ciudad de uno de sus grupos de cabecera, los Megadeth de Dave Mustaine. Con el público ya entregado, los californianos actuaron durante hora y cuarto. Mustaine salió con una guitarra con dos mástiles y los colores del infierno. Se dirigió a la multitud en inglés y aseguró que cuando se levantó por la mañana y vio la ciudad por la ventana le pareció muy bonita. El momento álgido de Megadeth llegó cuando el grupo encadenó tres canciones casi en la recta final: A Tout Le Monde, Symphony of Destruction y Peace Sells.

Tras Megadeth era el turno de Slayer, el grupo que redefinió el heavy metal extremo, fusionándolo con el hardcore y creando piezas maestras de la agresión sonora como su disco de 1986, Reign in Blood. Aún con la baja del guitarrista Jeff Hanneman, convaleciente de una picadura de araña y sustituido por el miembro de Exodus, Gary Holt, Slayer ofreció la velocidad y contundencia esperada, a través de piezas como War Ensemble, South of Heaven y la polémica Angel of Death.
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Ya me parecía raro que se agotasen las entradas un martes, por lo que parece solo usaron el foso y el primer anillo de asientos, cerrando más de la mitad del recinto.