El épico adiós de Judas Priest
Por: Yahvé M. de la Cavada
Por fin en el País algo de coherenciaLo importante no es sólo cómo llegas, sino también cómo te vas. Una estrella se define en cada paso de su trayectoria, desde sus puntos más altos a los periodos oscuros pero, al final, la forma en la que uno lo deja siempre es clave. En todas las profesiones en las que se mueve la pasta, el sexo y la droga, lo de saber retirarse suele brillar por su ausencia. Sólo hay que ver la cantidad de artistas acabados que arrastran sus maltrechos huesos por los escenarios en una constante última gira. “Después de esta lo dejo”, hasta el año siguiente.
Los británicos Judas Priest afrontan estos días su gira mundial de despedida, convenientemente llamada Epitaph Tour. Casi cuarenta años después de su primer disco, siguen siendo buque insignia y máximo exponente de un estilo, el Heavy Metal, que mantiene su reinado entre un número nada despreciable de fans. Ajeno a las modas del momento y con todo un mundillo paralelo e independiente al del resto de la industria, el Heavy Metal ha adquirido la categoría de clásico moderno. Sus diferentes ramificaciones pueden presentar más o menos discusión, pero bandas seminales como Judas Priest o AC/DC son intocables, y no es por una cuestión de mitomanía, como suele ocurrir en géneros más populares, sino porque se mantienen en forma y siguen siendo quienes fueron. Para ello deben renunciar a casi cualquier tipo de evolución, sí, pero ¿qué evolución podemos ver en un concierto de los Rolling Stones o de Pearl Jam?
Está claro, cuando uno se ha convertido en historia de la música, el público quiere lo de siempre, aquello que despierta su memoria. Y eso se puede hacer de forma cansina y rutinaria, como tantos acostumbran, o entregada y rotunda, tal y como hacen Judas Priest en su gira de despedida. No sólo nos entregan a los Judas de siempre, sino también a los mejores.
El Epitaph Tour no es la gira de unos abueletes de rock o de unos prejubilados del heavy; es un espectáculo de casi dos horas y media perfectamente diseñadas en los que uno no pierde la atención ni un segundo. Su repertorio es democrático y retrospectivo: todos sus discos tienen representación con, al menos, un tema. Como es natural, tres de sus álbumes más populares, Screaming For Vengeance, Painkiller y British Steel tienen más presencia, especialmente éste último, con cuatro títulos en el repertorio de su gira española. El público se entrega tema a tema en una colección de canciones a la que se le pueden poner pegas, si a uno le da por sacar punta al asunto. El hecho es que la masa de fans grita, corea, y salta sin descanso en un éxtasis provocado por ese viaje por la memoria del rock y el metal. Una auténtica marea de manos haciendo cuernos frente a una banda que suena como un tiro (a pesar de la ausencia de K.K. Downing) y un Rob Halford que, a punto de cumplir 60 añazos, está en una escalofriante buena forma.
En su momento le apodaron “Metal God”, y no es para menos. Pocos vocalistas en el rock de las últimas décadas han tenido la capacidad de Halford, y cuarenta años después casi no ha perdido cualidades. Envuelto en cuero o en lentejuelas, atacando sus notas sobreagudas y paseando orgulloso su homosexualidad para enseñar a los heavys de pacotilla que desde la otra acera se puede ser el rey del Heavy Metal y, al mismo tiempo, la reina.
Como vinieron, se van. Entregados con los fans, agradecidos, profesionales y honestos. Tras cuatro conciertos en España (A Coruña, Madrid, Barakaldo y Barcelona) que, muy probablemente, pasarán a la historia del metal en nuestro país, Judas Priest se despiden. No hay ganas de ello pero, algo nos dice que esta no es una de esas giras de despedida que se vuelven interminables y faraónicas, como ese amigo que se tira tras horas diciendo que se va, y no se va nunca.
Por otro lado, lo curioso de esta despedida es que la banda prepara nuevo disco y que no renuncian a hacer algún "concierto aislado" en el futuro, pero sí a girar de forma masiva, lo que incluye, con toda probabilidad, futuras citas españolas. Por eso el Epitaph Tour nos deja con la sensación de que es un adiós definitivo. Doloroso, sí, pero de esos que dejan un recuerdo imborrable y el pabellón bien alto.
http://blogs.elpais.com/muro-de-sonido/ ... .html#more