IRON MAIDEN y ANTHRAX Por RAFABASA
Me encuentro en la habitación del hotel donde me hospedo tras madrugar y hacer el viaje desde Madrid, intentando ordenar mis ideas y las anotaciones tomadas durante el concierto vivido esta noche en mi libreta, cansado pero teniendo claro que, si es para vivir algo como lo de hoy, merece la pena hacerlo mil veces más. Todavía hay quien nos pregunta e incluso no llega a entender el por qué organizamos días de vacaciones, planeamos y desarrollamos actividades en función de esta nuestra querida música, pero claro, veladas como las de este jueves despejan todas las dudas. ¡Ha sido apoteósico!
El año pasado no terminé con buen sabor de boca tras presenciar la llegada de esta gira a la Península, sobre todo por el deficiente sonido que durante toda la jornada madrileña sufrimos. Además, me encontré a una banda demasiado descoordinada, sobre todo en la figura de un Dave Murray que no parecía estar al 100%. Uno de los motivos de viajar a Bilbao era precisamente intentar quitarme ese sabor agridulce, poder ver la recreación actual del “Seventh Tour of a Seventh Tour” y disfrutarlo a tope. Y desde luego, no sólo he cumplido dicho objetivo, sino que lo he culminado con creces.
Ya desde el caso viejo y zonas centrales de la ciudad de Bilbao el ambiente que se respiraba era el de las grandes citas, viendo en sus calles, plazas, restaurantes y bares la horda metalera de varias generaciones (con padres llevando a sus niños pequeños, ¡claro que sí!) dispuesta a pasar una excelente jornada. Además, el B.E.C. de Barakaldo es un lugar idóneo en cuanto a acondicionamiento acústico (claro que luego depende de la ubicación, aunque desde la mía en la grada C os aseguro que ha sonado casi perfecto), acomodamiento del espectador (con espacio en los pasillos para estar cómodo, por ejemplo) y condiciones de temperatura y salubridad ambiental (con un aire acondicionado en la medida justa, sin pasar calor ni sufrir la condensación de interiores tan fastidiosa).
Pasadas las 19:10 salía a escena esa máquina de hacer thrash que lleva por nombre ANTHRAX, con sus cinco integrantes cual exhalación, capitaneados por un Joey Belladonna que, a cada año que pasa, parece que en vez de cumplir onomásticas se hace más joven. Como una apisonadora paseaban su himno “Caught in a Mosh” llenos de ímpetu (tanto que incluso el vocalista sufrió un pequeño resbalón, poniéndose en pie ipso facto en lo que fue una de las anécdotas de la noche).
La frenética “Got The Time” pondría aquello patas arriba, con todos candando al son “ticking in my head” puño en alto. “Madhouse” continuaría la línea de los clásicos (con un pequeño guiño a la letra de “The Ripper” de Judas Priest al inicio, sumiéndonos a renglón seguido en los ritmos tribales mientras gritaban al respetable “cry for…”, obteniendo “Indians” por respuesta.
“Fight ‘em till you can’t” fue la única concesión a su disco de más reciente cuño, mientras que Scott Ian nos daba las gracias en euskera y procedían a dedicar la versión de AC/DC “TNT” (que por cierto, les funcionó bastante bien animando muchísimo) a Malcolm Young. “I am the Law” y el coreadísimo “Antisocial” terminaron por poner el broche de oro a una gran actuación de una banda entregadísima, a la que esperamos ver pronto de nuevo aunque como cabezas de cartel y un repertorio más extenso.
Tras el buenísimo sabor de boca que nos habían dejado ANTHRAX había ganas de más, aunque también es cierto que el listón podría haber quedado quizás demasiado alto, aunque pronto nos daríamos cuenta de que “Eddie y los chicos” venían con ganas de dejar claro por qué son una de las bandas más grandes de la historia. Tras el himno “Doctor, Doctor” de UFO que sonaba por la P.A. anunciando la venidera llegada del plato principal, se apagaron las luces y al son de “Seven deadly sins, seven ways to win, seven holly paths to Hell and your trip begins…” daban inicio más de dos horas de IRON MAIDEN en estado de gracia, entregados, felices y deseosos de hacernos pasar una noche memorable.
Ya desde “Moonchild” se veía que el sonido iba a regalarnos la mejor de sus caras. “Can I Play with Madness” fue la primera de las muchas participaciones banda/público a la hora de encarar un estribillo. “We want information, information…” escuchábamos mientras desde las pantallas gigantes veíamos la cabecera de la serie que inspirara “The Prisoner”, canción con la que mi menté viajó más de veinte años atrás y en la que Bruce Dickinson lanzaba el primero de sus múltiples “scream for me Bilbao”.
Llegó “Two Minutes to Midnight” y aquello se venía abajo, con todo el público dándolo todo al estribillo y Dave Murray arrodillado en primera fila de escena ejecutando su solo (¡así es como nos gusta verte Dave, entregado al 100%! ¡Gracias por la fantástica noche que nos brindaste!).
Momento para que Bruce tome el micro y nos dedique unas palabras, hablando de sus visitas anteriores al País Vasco, de cómo comenzaron tocando para mil personas y hoy estaban ante más de quince mil y presentando un “Revelations” que cantó con pasión, tanto que reconozco me hizo soltar alguna lagrimilla… Murray de nuevo asume mayor participación, tomando el centro del escenario en el momento de su solo y volviendo a hacer las delicias de fans. La emoción se tornó en algarabía gracias a “The Trooper” con Dickinson ataviado de casaca roja, hondeando su Union Jack (con la que incluso se permitió gastarle bromas a Janick Gers tapándole la cabeza desde la plataforma superior), esta vez con Steve Harris al frente como comandante general y “the three amigos” secundándole detrás suyo. Fue increíble, pero si pensábamos que el torrente de emociones pararía ahí, un carnero emergería en escena para anunciarnos “The Number of the Beast”, adornada por las llamaradas de varios metros de altitud que emergían del escenario con cada “Six, six, six” que vocalista y público gritábamos; desde las gradas, se sentía el calor cada vez que hacían acto de presencia.
“The Phantom of the Opera”, otro incontestable clásico y de nuevo el B.E.C. patas arriba dando palmas en su parte central mientras Bruce soplaba en varias direcciones para encender las llamas a largo y ancho del escenario. Con “Run to the Hills” llegaría el momento del Eddie espadachín y su simpar duelo con Gers, llegando a esa declaración de intenciones hecha canción que es “Wasted Years” donde Adrian Smith reclamó su momento de protagonismo.
Llegamos al momento central y mágico por excelencia en esta gira, una excepcional “Seventh son of a Seventh Son” presidido por un enorme Eddie clarividente armado de su bola de cristal y pluma para escribir. Dickinson ataviado con abrigo largo y mechón postizo en la frente (cual Benjamín de la familia Adams) se recrea en la interpretación, arrodillándose en la parte antes de narrar y anunciar el nacimiento del “séptimo hijo” y dejando a sus compañeros inundados de humo azul, mientras hace acto de presencia el órgano de tubos y su teclista con máscara y colmillos.
“Wrathchild” nos devuelve a la realidad, llegando una vez más a tocar el cielo con “Fear of the Dark” y más de cinco mil almas clamando por la ansiedad de quien piensa que hay alguien oculto en una habitación oscura. Momento en el que miro hacia mi alrededor y veo smartphones por doquier y me pregunto ¿no era esta la canción que tanto se reclama quiten de los repertorios? A la anterior imagen me remito para dar contestación de por qué sigue, ¡y que dure!
Nos íbamos acercando al final, no sin antes escuchar un nuevo “Scream for me Bilbao” que diera paso a “Iron Maiden” y el Eddie central similar al de la portada de “Seventh Son of a Seventh Son” y su marioneta en la mano izquierda, cobrando sentido, sobre todo en el caso de los que nos hemos desplazado varios centenares de kilómetros aquello de “Oh well, wherever, wherever you are”.
La banda se retiraría brevemente para, con las luces apagadas, escuchar el discurso de Winston Churchill y, con imágenes de la II Guerra Mundial dar paso a un enorme “Aces High” que Bruce encararía enfundado en un gorro de aviador. No tardaríamos en escuchar “The Evil that Men Do” con un vocalista divertidísimo, haciendo bromas en su presentación y denotando lo bien que se lo estaba pasando esa noche bilbaína (de verdad, qué gusto cuando una banda te hace disfrutar así y ves que está siendo algo recíproco hacia ellos también).
“Sanctuary” sería la fiesta final, parando el tema en varias ocasiones para jugar con el público y hacerle cantar y con una retirada ovacionados por todo lo alto, pidiendo un segundo bis (que por un momento incluso pudo dar la sensación de que podría caer, pero no fue así lamentablemente) y con todos encarando el camino de la salida con una sensación general de felicidad, muchos hablando del conciertazo que allí acabábamos de vivir y silbando al compás de ”Always look on the Bright Side of Life”.
Up the Irons!
FUENTE: http://www.rafabasa.com/2014/05/30/cron ... barakaldo/