Crónica Concierto: AC/DC en el Vicente Calderón de Madrid
Que AC/DC es uno de los grupos más importantes de la historia de la música es algo que ya no debería ser noticia. Su influencia en el Rock & Roll, la energía de sus actuaciones, la emoción de poderles ver en vivo, la ilusión de miles de fans convencidos y otros que, tal vez no lo sean tanto, pero que se sienten atraídos por lo fastuoso de su trayectoria, hacían de la segunda venida de la banda en un par de meses algo tan especial como memorable. 55.000 personas dispuestas a abarrotar un campo de fútbol, a corear sus canciones, a sorprenderse con las evoluciones de un grupo que parece no tener límites, que podría haber tocado media docena de veces en una semana y que seguro hubiera llenado sistemáticamente. Magia musical en estado puro. Brujería y hechizo ante una música que ya ha trascendido de ser un espectáculo de masas para convertirse en parte de la cultura universal.
Un universo de personas de todo signo era el que componía la masa de fans que poblaban el Vicente Calderón el 5 de junio de 2009. Una ingente cantidad de mujeres y hombres ataviados con la eternidad de cuatro letras separadas por un rayo. Con la ilusión en las caras. Con la palabra fácil, soñando con las carreras de un colegial infinito o un cantante que hace que nuestros padres sean tan mayores, tan adultos que parece imposible como alguien contemporáneo suyo pueda emanar tanta adrenalina y tanta energía.
Es difícil analizar un grupo cuando lo has visto en tan poco tiempo con dos shows aparentemente similares pero al mismo tiempo tan diferentes. Los que tuvimos la suerte de verles en abril seguro que tenemos nuestras opiniones sobre cuál nos gustó más, qué tuvo aquél que no tuvo este, qué fue mejor y qué peor, pero a la postre eso no tiene ninguna importancia. Lo importante es que AC/DC volvieron y triunfaron, sin dejar a nadie impasible, sin permitir que se escapara una sonrisa al ver el diminuto cuerpo de Angus corretear por una pasarela inmensa, sin gritar en la explosión de confeti del solo de "Let there be Rock", sin querer estar más cerca para poder tocar a cinco músicos que han trascendido de su ser como estrellas de Rock para ser esos dioses que descienden del Olimpo de la música y tras un momento de éxtasis vuelven a él sin apenas despedirse de los mortales que tan sólo queremos volver a adorarles una y otra vez.
La energía que se respiraba en los aledaños del Vicente Calderón era la de las grandes noches, con ríos de gente descendiendo desde Pirámides o atravesando los puentes del Manzanares. Jóvenes, mayores, ancianos, rockeros, heavys de toda la vida y despistados atraídos al calor del evento de masas. Todos mezclados en buena sintonía, vigilados desde lo alto de los caballos del orden que parecían querer sumarse también a una fiesta que no entiende de géneros ni de especies. Buscando con ilusión la puerta de entrada a la sección desde la que asistir a algo más que un concierto. Preparados para encontrarse un jarro de agua fría momentáneo tras no poder acceder al sitio deseado o triunfantes, después de lograr un espacio cada vez más caro, más difícil de lograr según iban pasando los minutos.
Una banda de Barcelona, Lilith, tenía el honor de abrir ante no demasiado público. Es de suponer que no olvidarán fácilmente la experiencia. Alguno tal vez pueda decir que el escenario y el recinto les quedó demasiado grande, que necesitan un mayor rodaje o que Agnes no llegó a enganchar con una multitud que estaba interesada en que llegaran las diez de la noche más que en otra cosa, pero al menos sirvieron como acompañamiento para los que habían logrado el premio de un espacio en las primeras filas y que tendrían todavía una larga espera.
THE ANSWER intentaron repetir el buen sabor de boca que dejaron en abril, pero en esta ocasión el sonido les jugó una mala pasada. Atropellado, muy grueso, perdiéndose infinidad de matices, no lograron hacer una actuación sobresaliente. El viento que sopló con fuerza durante parte de su show y la lluvia que, cayendo intermitentemente, decidió arreciar durante unos minutos mientras Nigel Crane intentaba hacer que el público sintiera tanto como él sus canciones, teñidas de sentimiento Zeppeliano y con las influencias setenteras marca de la casa. Sigo pensando que THE ANSWER es un grupo que tiene muchísimo recorrido y que ojalá pronto podamos disfrutarles en una sala. Lo intentaron, se dejaron la piel en el escenario y pese a que miles de personas estaban pendientes de que llegara la hora esperada, sufrieron en los últimos minutos de su concierto ante la expectación que casi se podía tocar. Yendo de menos a más, intentando sobreponerse ante las dificultades de sonido, su despedida fue acogida con satisfacción, parte por lo que significaba de cercanía al momento esperado parte como reconocimiento a su trabajo correcto.
A las diez de la noche se apagaban las luces. Se encendían las pantallas que mostraban el vídeo con el que se abren los conciertos de AC/DC y la locura se instalaba en un estadio completamente abarrotado. Alguno podía pensar que nos habían metido a 55.000 personas en una caldera y que los disparatados dibujos animados y el sonido in crescendo de la locomotora acercándose a nosotros era el fuego que nos llevaba a la ebullición. Lograda en el momento en el que la gigantesca máquina aparece tras el escenario y los acordes de "Rock and Roll Train" convierten miles de cuerpos en uno solo, saltando y gritando al mismo tiempo. Las miradas volvían a escaparse desde las evoluciones del colegial electrificado al eterno Brian Johnson, paseando por la pasarela que casi cubría tres cuartas partes del campo de fútbol. Cuerpos que saltaban y miles de manos que intentaban agarrar la esencia del Rock and Roll en el momento en que Brian recordaba que tal vez el infierno no sea un mal para vivir, al menos con ellos de banda sonora permanente.
Volvimos al negro, uno de los discos y canciones que no puede faltar jamás, perfecto en su interpretación, embobados con la sobriedad de Malcolm y Cliff, alucinando con la tranquilidad de Phil, felizmente en gira tras los rumores de un posible abandono de un grupo que necesita su simplicidad tanto como su presencia y tras "Big Jack" de nuevo el recuerdo imborrable a "Dirty deeds done dirt cheap" coreado como nunca. La comunión era perfecta, el mar de cabezas visto desde la grada ponía los pelos de punta a cualquiera que se asomase a ver lo que cinco músicos estaban consiguiendo. Una catarsis que superaba cualquier dificultad e incomodidad. Catarsis que continuó con "Shot down in flames" y especialmente con la guitarra reconocible incluso por los menos fans de "Thunderstruck", cantada y coreada de nuevo hasta hacer pequeño el inmenso volumen que salía de las torres de sonido.
"Black Ice" menos popular, supuso un breve descanso de apreturas y empujones, un momento para disfrutar de forma algo más calmada el impresionante escenario que enmarca la banda. El precioso juego de luces creado con el inmenso arco y la puesta en escena absolutamente milimetrada. Protagonismo permanente de Brian y Angus mientras el grupo suena como un reloj independientemente de que haga 25 años de que la composición esté escrita o tan sólo unos meses. Algo de resuello para acordarnos a continuación de una chica de moral algo diferente y reírnos con el striptease de Angus en "The Jack", siempre previsible y siempre necesario. Sus correteos y sus calzoncillos con el logotipo del grupo son parte necesaria, tanto como el blues enloquecido de un solo cantado en todas sus notas.
Cogía carrerilla Brian y se lanzaba a colgarse de la enorme campana recordándonos al siempre presente Bon Scott con la mítica "Hells Bells" enlazada con "Shoot to thrill", fantástico recordatorio de uno de los discos imprescindibles de la historia y de ahí nueva vuelta al presente con "War Machine", en la que la mirada se escapa nuevamente a las pantallas para ver el divertido y excitante vídeo en el que las mujeres, siempre ellas, vuelven a ser protagonistas.
La novedad principal respecto a los conciertos de abril era la inclusión de "Dog eat dog" curiosamente menos aclamada de lo que uno hubiera podido pensar o desear y tras ella "Anything Goes" que demostró cómo es uno de los nuevos temas del grupo que mejor enganchan con el público. Aunque no tanto como la locura que crea "You shook me all night long", vacilona siempre, encantadora y tan mítica como cualquiera de las canciones salidas de aquel álbum de negra portada. "TNT" volvía a poner a prueba nuestras gargantas y el despliegue de la enorme Rosie sobre la locomotora, agitándose libidinosamente al compás del Rock and Roll enloquecido hacía que nuestros pelos se pusieran de punta. Así seguirían durante "Let there be Rock". El momento en que Angus demuestra la razón por la que siempre que observemos una Gibson SG pensaremos en él. Lo de menos es si su destreza es mayor o menor. Si el solo es tan conocido como cualquier canción. Si las variaciones sobre el mismo son ínfimas después de tantos y tantos años. Ver a Angus sobre la pasarela, enloquecido retorciéndose ante la electricidad del momento, con la apoteósica explosión de confeti, o situado frente a la gigantesca pantalla cual líder de masas entregadas ya vale por si solo pagar una entrada al precio que sea. Grandioso momento, alargado eternamente sin deseos de que acabe.
El show terminaba y había que saltar a ritmo de "Highway to Hell", observar al pequeño diablo que había sacado lo mejor de nosotros y que se resistía a desaparecer de nuestra retina. Grabado a fuego con los cañonazos que homenajeaban casi en el fin a los miles de almas satisfechas y felices con un concierto que permanecerá durante muchos años en la memoria. Fuegos artificiales para despedirnos y caras de inmensa felicidad por todos lados. AC/DC lo habían hecho una vez más, habían logrado convertir algo en principio tan simple como dos horas de Rock and Roll en un conjunto de sensaciones mágicas e inolvidables.
Una última reflexión, que no quiero dejar pasar, son los problemas organizativos que sucedieron durante la tarde noche. No lograron empañar la fiesta, pero sería necesario que hubiera un planteamiento serio sobre los posibles problemas de seguridad que pueden ocurrir en un evento de estas características. Servicios inalcanzables, puertas incomprensiblemente cerradas para los asistentes que las tenían adjudicadas en sus tickets, desbarajustes en las entradas a la zona del campo y vomitorios repletos de personas que hacían impracticable una posible evacuación rápida son aspectos que hay que mejorar, por el bien de todos. Incluso este que escribe lo hace con un dedo roto, tras caer por la grada después de una avalancha producida por una falta absoluta de control de los accesos. Controlar que todo salga bien en un concierto tan multitudinario es, sin duda, una labor titánica, pero no por ello menos necesaria y crucial. AC/DC superaron con su música todos esos problemas pero ojalá no vuelvan a repetirse nunca, y ojalá falte muy poco tiempo para volver a escribir sobre música, sobre la MUSICA, con mayúsculas.
Texto: Fernando Checa
|